domingo, 8 de diciembre de 2013

Guanajuato

Guanajuato es, sin duda, un pueblo minero romántico, místico, lleno de leyendas; donde sus plazas han sido testigos de romances y juicios inquisitoriales a herejes. Los muros que los presenciaron, guardan aún la energía de esas almas descarnadas. A veces parece que vivo en un pueblo fantasma, donde camino entre muertos alegres y vivos muertos.

Lo mejor de esta ciudad son las caminatas nocturnas a las 3:07 am. Recuerdo que solía hacerlo con frecuencia cuando vivíamos en la zona centro, a unos minutos del Museo Iconográfico del Quijote. Es una sensación extraña: se percibe una energía, como si se elevara desde el suelo mientras la gente duerme.

Probablemente son los espíritus que salen a esa hora de entre las paredes de adobe de los viejos edificios a deambular por el Jardín, a la vieja usanza, con la esperanza de sentirse un poquito vivos.

-¡El pueblo está irreconocible! se dicen unos a otros. Antes de la inundación, de esa tremenda lluvia que cayó la noche del 5 de julio de 1905, las calles fulana y mengana no estaban así. La tienda de Doña "B" quedó sin nada, bajo el agua... ¡Licenciado Perengano! ¿ya también usted entre nosotros? ¡Ave María Purísima! cuanto muerto hay aquí... ¡Santa María, Ruega por nosotros! -recitan a coro las solteronas "F"- cuando escuchan las pláticas de las demás almas en pena:

¡Del despacho de los "J" no quedó más que la fama! ¿Qué pasaría con las joyas de Doña "R"? seguro el marido las vendió para irse con esa... ¿y las señoritas "T"? ya también a vestir santos.-

Las pláticas de los difuntos no dejan de escucharse entre los susurros del viento nocturno. Siguen siendo las mismas que escuchas cuando asistes a los rosarios en casa de las Señoras de la zona centro, esas que de la Basílica no salen más que para atender al marido y los hijos, luego regresan a su rosario vespertino; o van a la Hora Santa en San Diego y cuidan muy bien las buenas formas porque bien dicen que "Pueblo chico, infierno grande"

Así es Guanajuato, un pueblo minero, tradicionalista, donde por las noches las sombras juegan entre las farolas de la calle.